viernes, 23 de mayo de 2008

Despropósitos de una asturiana en Madrid: “Malasaña, un mar de tabernas”


El Palentino


Quiero hacer un homenaje a unos lugares que el Señor S venera por encima de todo: los bares, locales, tabernas, etc. que desprenden el aroma de siempre, el aroma que te acoge. Esos lugares que no son para nada de palu. Esos sitios con historia que sobreviven tempestades inmobiliarias, cambios de generación y otros despropósitos… esos lugares que simplemente nos hacen sentir bien.

El otro día hallábame yo leyendo en el autobús el último número de la revista Madriz (revista que recomiendo, porque tiene artículos muy interesantes, de esos chic and basic, que te ayudan a descubrir cosas que se te escapan en esta enorme ciudad), y descubrí entre sus páginas un reportaje que me llamó mucho la atención. Lo firma Moncho Alpuente y está tan bien y rebien escrito que no me atrevo a reescribir nada con mis palabras así que me van a permitir que les deje algunos retales del relato que versa, y esto es lo fundamental, sobre el madrileño barrio de Malasaña y sus tabernas.

No puedo poner todo el artículo porque es bastante extenso pero pondré algunos trozos para que se hagan una idea…

“De la caverna primigenia a la taberna hospitalaria, el hombre buscó refugio ante las adversidades del tiempo y del destino, asilo confortable en las húmedas bodegas para celebrar el vino y la vida. Tabernas de Malasaña en las orillas del centro de la urbe, tabernas portuarias junto al rompeolas donde chocan todas las mareas urbanas. Como un organismo vivo, el viejo barrio, perseverantemente enfermo, nunca muere. […]

[…] El patio trasero de la Gran Vía rezumaba una actividad incesante y clandestina en la posguerra “incivil”, caldo de cultivo bullidor, puchero confortador, olla podrida en la que se cocían las finas hierbas del lujo y las malas hierbas del hampa, guiso poderoso, indigesto para los partidarios de la estricta dieta del Régimen. En los bares y tabernas del barrio se combinaban la gramática parda y la filosofía disidente. El mostrador era tribuna y el taburete escaño. […]


Casa Camacho



[…] Con una población envejecida y despojada de sus principales recursos de subsistencia el barrio de Maravillas se preparaba para ejercer de Malasaña, asediado por la especulación inmobiliaria. […] Pero antes de que las piquetas emprendieran su labor demoledora surgió el prodigio. A finales de los años sesenta, nuevos pobladores acamparon en las buhardillas abandonadas y en los pisos destartalados. Eran gentes de cabellos largos e ideas raras, […] gentes de pocos recursos y extrañas costumbres. […]

[…] Toda promiscuidad tiene su asiento en esta tierra de nadie, mestizaje de etnias y generaciones que tiene su centro en la bicentenaria plaza del Dos de Mayo. […] “A estas gentes – dijo el incomprendido Pepe Botella antes de cruzar de vuelta la frontera- no se les puede gobernar con mano de hierro sino con guante de seda”. […]


Casa Julio

[…] Fue barrio de conventos y burdeles, de garitos y mesones, pensiones rufianescas y tugurios bohemios. En las paredes de las tabernas resucitadas, con posos de vino y espumas de cerveza, está escrita en palimpsesto la infrahistoria del barrio que sólo puede leerse entre brumas de alcohol y humo de tabaco. […]

[…] La barra de azulejos andaluces y el mostrador de zinc con sus grifos para la cerveza y el vermú y el tabernero, el jefe, con su mandil blanco y el lápiz, o el cigarrillo, a veces los dos, colgando de la oreja, las tinajas de vino de Valdepeñas y la música de fondo de los vasos de vidrio grueso chocando con el gollete de la frasca y el rumor destemplado de los corrillos y en los cristales rotuladas con engrudo las especialidades de la casa: “Hay callos”. Las tabernas clásicas son guaridas de fantasmas castizos desvaídos en sombras de humo y pátinas de aceite, ecos dormidos de voces aguardentosas se perfilan en el fondo insondable de las bodegas: “Al fondo hay sitio”. Hay sitio para modernas de viejos escenarios con galas postizas. Pero, frente a la mixtificación y el pastiche en muchas tabernas de Malasaña, jóvenes taberneros crearon y recrearon a su aire veteranos establecimientos, buscaron y hallaron su personalidad en el encuentro de lo viejo y lo nuevo, retiraron estucos amarillentos y sacaron a la luz y enlucieron los desmigados ladrillos y las vigas carcomidas en un estilo a la par ecléctico y original y obraron de la misma sobre el menú combinando los platos originarles con recetas más o menos innovadoras. Tabernas híbridas para tiempos mutantes.”



La Pepita



Entre estas incansables están: Casa Camacho, Casa Julio, El Palentino o La Pepita…

El resto del reportaje: Revista Madriz – Número 2 – Primavera/Verano 2008


Las fotografías que ilustran el post han sido tomadas prestadas de las siguientes webs: 11870.com / clubcollective.com / rosajc.com / paspespuyas.com / picasaweb.google.com

8 comentarios:

Bonita del Norte dijo...

Por desgracia La Pepita está en peligro de extinción:

http://www.madridmemata.es/madrid/11/18/la-pepita-en-peligro-de-extincion/

El Espíritu de Humboldt dijo...

Me parece un poco mal que se lo dediques al Señor S o mejor, en el que caso de que se lo dediques a él, que no te acordaras de mi. Te recuerdo que el de locales gijoneses lo escribí yo. Sniff Sniff

Aidil dijo...

jaja ya lo sé... en el fondo es un responso madrileño pero como tienes el copywrite no te he querido mencionar jajaja... el tuyo fue genuino lo que tiene más merito... me acordé de nava porque se quejó mucho de los locales de palu madrileños... no por otra cosa... verdad S??

Anónimo dijo...

Va... firme el comentario anterior con la cuenta de mi hermana... pero soy señor-ina eh?? jaja

Avan dijo...

ehh ehh, no me quejé tanto.... lo que pasa que yo soy de espíritu crítico.

il 'magico' dijo...

A mi lo que mas me mola es el cartel de la ultima foto.

Ojo al ....¡¡BOLSOOOOOOOOO!!

Walter Kung Fu dijo...

¡La Pepita! Madre mía, sigue siendo tan cutre como siempre.

Menos Casa Camacho, conozco los demás, aunque el único que frecuento es Casa Julio. Al Palentino y la Pepita dejé de ir.

Miguel Molina dijo...

Yo sin embargo sólo he parado alguna vez por Casa Camacho. Espero que este tipo de sitios puedan sobrevivir, porque cada vez quedan menos sitios auténticos.

Buena entrada

Nos vemos