viernes, 22 de agosto de 2008

Paseo por "The National Gallery"


En mi último viaje a Londres, que también fue el primero y espero, el único, tuve el placer de visitar el “National Gallery”. Ubicado en Trafalgar Square, plaza fascistoide donde las haya (¿Nadie se ha parado nunca a pensar en lo fascista que es todo lo britano?), lugar infestado de tenebrosas estatuas en honor a almirantes, generales, nobles, reyes y palurdos pintamonas en general, que impregnan el ambiente de cierto… cómo decirlo ¿ mal rollito?, sobre todo la más alta, la del señor Nelson, que murió ganando la batalla naval más importante de la historia, ¡ahí lu tienes!, y al que hicieron una estatua ecuestre sin caballo, ¡pa chulo Nelson!. Entre tanta estatua mucho turista, y entre tanto turista algún que otro poli inglés, de esos que se caracterizan por ir ataviados con ridículo disfraz y a la vez llevar una semiautomática, algo que contrasta un poco ¿no?, es como, no se, fofó con una granada. Bien, adentrémonos en el museo, el National Gallery es uno de esos sitios con el llamado síndrome Disney Landia o “No puedes verlo todo en un día”… Uno se perdía entre tanto Van Gogh, Rembrandt, Velázquez, el paisajista este británico de cuyo nombre nadie, y no seré yo la excepción, se acuerda nunca, Da Vinci, Van Eyck… Joyas de la historia del arte que más que degustar, zampas, porque solo tienes dos horas y te apetece ver cuantas más mejor. Obras pintadas hace cientos de años, fragmentos de la historia que salpicaban galerías y galerías, atiborradas de gente que pasaba de cuadro en cuadro más rápido, aún, que yo. Entre pinturas de diferentes estilos, épocas, autores…una constante, cierta oscuridad, cierta desesperanza, cierta amargura. Mientras recorría el lugar, me dio por pensar en toda esa gente que me rodeaba, gente que iba vestida como un gilipollas, gente sin clase, gente sin chicha ni limoná, gente como yo, bebiendo lágrimas del pasado y disfrutando la ingesta, cada uno , supongo, a su manera. Me senté en medio del silencio, y seguí pensando. Pensé en las personas que se entretenían observando esos cuadros en la época en que fueron pintados. Gente de pedigrí, de pasta, de título, de estatua…gente tan ajena al dolor que desprendían tantas de esas obras. Me los imaginé disfrutando de esa sensación nueva que esas imágenes les brindaban, me los imaginé frívolos, vacíos y repulsivos. Mi mente volvió entonces a los que me rodeaban, mi mente volvió entonces a mi. Poco nos diferenciaba, en el fondo, de aquellos pijos del pasado. Menos poder, menos dinero… pero las mismas preocupaciones reales, ninguna. El mismo deseo de experimentar el dolor y el vacío que nos negó el nacer donde nacimos. Devoradores de libros, películas y canciones tristes….saciándonos de lágrimas inventadas, y mientras, el mundo real, llorando de verdad.


Señor S

1 comentario:

Bonita del Norte dijo...

Sabes lo que pienso Señor S... A veces pienso que esa imagen de ser amargo que todo lo ve morralla es una máscara de palu... Mientras, yo seguiré yendo a museos, exposiciones, ire a festivales, al cine, a nuevos lugares, y conoceré a gente nueva. Puede que no entienda el arte, pero me gusta, el arte no es para entender, es para sentirlo, igual que las canciones, igual que el cine. Y a veces no hay qque ver el lado negativo y escupirlo, hay que acercarse al lado positivo y aprovecharlo. El esfuerzo merece la pena, porque todas esas frivolidades, ese interior vacío del que hablas se va llenando. ¿De qué? De nuevas experiencias.