Cruzar Guadarrama en la profundidad de
la noche, únicamente acompañado por la niebla y por
intermitentes ráfagas de nieve, en esa atmósfera de película de
terror que, cosas del subconsciente, te hace sentir más vivo .
Tienes ganas de finalizar el tramo, pero a la vez lo estás
disfrutando tremendamente.
Ver amanecer a través de los campos
helados de Castilla, con la autopista para ti solo, porque algún
camión te encuentras sí, pero esos vienen de serie , los ponen con
el piso. Los bares de carretera en medio de la nada, los clubs
con los neones apagados, las torres en los altos...
A las diez, el cielo despejado, la luz
del sol en todo su esplendor enfrentándose a los -1 grados que hay
fuera del coche.
Acercarte a las montañas
astur-leonesas, imponentes y blancas. El embalse congelado, el
cielo amenazando, las nubes custodiando el paraíso.
Y recibir el bautizo final de la lluvia
al pasar la Cuenca.
Hay cosas que de Martes, cunden más.
Señor S ................... para ser feliz quiere un camión!