El Palentino
Quiero hacer un homenaje a unos lugares que el Señor S venera por encima de todo: los bares, locales, tabernas, etc. que desprenden el aroma de siempre, el aroma que te acoge. Esos lugares que no son para nada de palu. Esos sitios con historia que sobreviven tempestades inmobiliarias, cambios de generación y otros despropósitos… esos lugares que simplemente nos hacen sentir bien.
El otro día hallábame yo leyendo en el autobús el último número de la revista Madriz (revista que recomiendo, porque tiene artículos muy interesantes, de esos chic and basic, que te ayudan a descubrir cosas que se te escapan en esta enorme ciudad), y descubrí entre sus páginas un reportaje que me llamó mucho la atención. Lo firma Moncho Alpuente y está tan bien y rebien escrito que no me atrevo a reescribir nada con mis palabras así que me van a permitir que les deje algunos retales del relato que versa, y esto es lo fundamental, sobre el madrileño barrio de Malasaña y sus tabernas.
No puedo poner todo el artículo porque es bastante extenso pero pondré algunos trozos para que se hagan una idea…
“De la caverna primigenia a la taberna hospitalaria, el hombre buscó refugio ante las adversidades del tiempo y del destino, asilo confortable en las húmedas bodegas para celebrar el vino y la vida. Tabernas de Malasaña en las orillas del centro de la urbe, tabernas portuarias junto al rompeolas donde chocan todas las mareas urbanas. Como un organismo vivo, el viejo barrio, perseverantemente enfermo, nunca muere. […]
[…] El patio trasero de la Gran Vía rezumaba una actividad incesante y clandestina en la posguerra “incivil”, caldo de cultivo bullidor, puchero confortador, olla podrida en la que se cocían las finas hierbas del lujo y las malas hierbas del hampa, guiso poderoso, indigesto para los partidarios de la estricta dieta del Régimen. En los bares y tabernas del barrio se combinaban la gramática parda y la filosofía disidente. El mostrador era tribuna y el taburete escaño. […]
Casa Camacho
[…] Con una población envejecida y despojada de sus principales recursos de subsistencia el barrio de Maravillas se preparaba para ejercer de Malasaña, asediado por la especulación inmobiliaria. […] Pero antes de que las piquetas emprendieran su labor demoledora surgió el prodigio. A finales de los años sesenta, nuevos pobladores acamparon en las buhardillas abandonadas y en los pisos destartalados. Eran gentes de cabellos largos e ideas raras, […] gentes de pocos recursos y extrañas costumbres. […]
[…] Toda promiscuidad tiene su asiento en esta tierra de nadie, mestizaje de etnias y generaciones que tiene su centro en la bicentenaria plaza del Dos de Mayo. […] “A estas gentes – dijo el incomprendido Pepe Botella antes de cruzar de vuelta la frontera- no se les puede gobernar con mano de hierro sino con guante de seda”. […]
Casa Julio
[…] Fue barrio de conventos y burdeles, de garitos y mesones, pensiones rufianescas y tugurios bohemios. En las paredes de las tabernas resucitadas, con posos de vino y espumas de cerveza, está escrita en palimpsesto la infrahistoria del barrio que sólo puede leerse entre brumas de alcohol y humo de tabaco. […]
[…] La barra de azulejos andaluces y el mostrador de zinc con sus grifos para la cerveza y el vermú y el tabernero, el jefe, con su mandil blanco y el lápiz, o el cigarrillo, a veces los dos, colgando de la oreja, las tinajas de vino de Valdepeñas y la música de fondo de los vasos de vidrio grueso chocando con el gollete de la frasca y el rumor destemplado de los corrillos y en los cristales rotuladas con engrudo las especialidades de la casa: “Hay callos”. Las tabernas clásicas son guaridas de fantasmas castizos desvaídos en sombras de humo y pátinas de aceite, ecos dormidos de voces aguardentosas se perfilan en el fondo insondable de las bodegas: “Al fondo hay sitio”. Hay sitio para modernas de viejos escenarios con galas postizas. Pero, frente a la mixtificación y el pastiche en muchas tabernas de Malasaña, jóvenes taberneros crearon y recrearon a su aire veteranos establecimientos, buscaron y hallaron su personalidad en el encuentro de lo viejo y lo nuevo, retiraron estucos amarillentos y sacaron a la luz y enlucieron los desmigados ladrillos y las vigas carcomidas en un estilo a la par ecléctico y original y obraron de la misma sobre el menú combinando los platos originarles con recetas más o menos innovadoras. Tabernas híbridas para tiempos mutantes.”
La Pepita
Entre estas incansables están: Casa Camacho, Casa Julio, El Palentino o La Pepita…
El resto del reportaje: Revista Madriz – Número 2 – Primavera/Verano 2008
Las fotografías que ilustran el post han sido tomadas prestadas de las siguientes webs: 11870.com / clubcollective.com / rosajc.com / paspespuyas.com / picasaweb.google.com